Nicaragua ha alcanzado algunas de las cifras más altas de fecundidad adolescente en América Latina y el Caribe. Aunque este indicador estaría decayendo en los últimos años, actualmente uno de cada cuatro embarazos en el país corresponde a jóvenes entre los 15 y 19 años (equivalente al 25% del total de embarazos).
Los esfuerzos en nuestro país en materia de educación sexual y reproductiva, no inciden de manera directa en la disminución de los embarazos en adolescentes, especialmente entre las adolescentes en alto riesgo social. Las barreras a la adopción de comportamientos sexuales responsables operan por dos vías complementarias: por un lado, la violencia de género a la cual están expuestas muchas niñas y adolescentes; por el otro, el valor simbólico atribuidos por las propias adolescentes a la maternidad, como una muestra de amor hacia sus novios y una promesa de afecto de sus hijos hacia ellas, que compensará las carencias afectivas propias sufridas durante su niñez, entretejidas con violencia intrafamiliar y pobreza extrema.
Por lo anterior, se hace necesario identificar los factores que inciden en la fecundidad adolescente, debido a sus consecuencias negativas (aumento en los riesgos de muerte, deserción escolar, aumento del ciclo de la pobreza, entre otros).